A propósito de este blog

Siempre he tenido la irrefrenable tentación de empezar una libreta tras otra, y en ellas, contar la vida. Un blog (uno tras otro) viene a ser lo mismo....

jueves, 30 de diciembre de 2010

Terminar un año, empezar otro


Hoy me he hecho una libreta. Ya no me basta con comprarlas, que es algo que no he dejado de hacer, también las hago según mis necesidades, aunque nunca acabo de encontrar la definitiva. Cada una de ellas parece serlo, pero luego vuelve a quedarse como las anteriores: en un limbo de un par de páginas escritas, sin más. Necesitaba una agenda para ir tomando nota de los compromisos medio laborales que voy adquiriendo. Necesitaba también tener la sensación de año nuevo, de finalización, de comienzo. En la portada he puesto esta ilustración. Hopper me gusta desde siempre, pero ahora especialmente, me identifico mucho con la mujer que está ante la mesa del café. Con su soledad.
Tiene gracia que hable yo de soledad, que estoy tan rodeada. Hoy,que además, he escrito (y las que me quedan) unas cien felicitaciones de año nuevo en facebook para todos aquellos a quienes no envié felicitación real y palpable.
Pues sí, soledad. Una soledad nueva, que a veces me mata y a veces me salva.
Todo es muy duro.
Tanto, que a veces es como una pesadilla, como si no fuera verdad. Aparentemente todo está igual. Vivimos una situación normal, pero en mí ha crecido como un tumor incuestionable algo que no sé qué es. Creí que con los años todo esto sería nada. Y no es cierto. A veces es intolerable, porque me siento la peor persona de la tierra. Qué fácil sería si Eme fuera una mala persona, lo suficiente como para justificarme... Pero no sé si tengo justificación, no sé si existe en algún caso. Me siento muy mala persona.
Y a la vez no puedo más.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Una vez más




Esta tarde me encontré a A. en el chat de Facebook. Hace tantos años que mantenemos una extraña y maravillosa relación de azares y coincidencias, de magias y de batallas solidariamente libradas en la distancia, que hablar con ella es igual que hacerlo con alguien a quien ves a diario. Aunque pasen meses sin sabernos.
Le he dicho que me he acordado de ella estos días. Y claro que lo he hecho, porque tengo muchas amigas  y muchos amigos que se han divorciado, pero creo que ella es la que más años de relación llevaba a sus espaldas.
Y estos días en que pienso en la posibilidad de romper una relación de treinta años, me entra una angustia espantosa. Y me doy cuenta de lo valiente que fue ella.
Y de lo inmensamente cobarde que soy yo, que no seré capaz.
He buscado una plantilla como de libreta de recetas de cocina. Como si fuera un cuaderno para escribir sobre una mesa grande, ante una taza de café (o de té) en ese espacio imprescindible que tengo que recuperar como sea.
"Tengo que" muchas cosas. A lo mejor es preciso que sea despacio, una a una. Pero tengo que hacerlo.
Y a lo mejor el camino se inicia con un paso. Y el paso es escribir aquí. Y escucharme a mí misma, mi voz entre todas las voces. Mi voz mía.
Así que a lo mejor por eso, he empezado a escribir. Otra vez. Con la misma ilusión con que abría (y abro) un cuaderno nuevo, una moleskine inmaculada, una libreta. Dispuesta a escribir, a contar, a contarme. Con la secreta esperanza de que alguien lo lea. Totalmente enmascarada, escondida detrás de iniciales, de nombres falsos, por si alguien pudiera reconocer los nombres, las situaciones que se quedan embozadas en esta confesión que por una vez quiero hacer con el corazón totalmente a la intemperie.