A propósito de este blog

Siempre he tenido la irrefrenable tentación de empezar una libreta tras otra, y en ellas, contar la vida. Un blog (uno tras otro) viene a ser lo mismo....

domingo, 30 de enero de 2011

La tristeza

La tristeza es particularmente inclemente con los domingos por la tarde.
Todo esto se me está haciendo demasiado cuesta arriba. A veces pienso que lo único que ocurre es que soy una cobarde total, que no se atreve a dar ni un solo paso, pero otras creo que a lo mejor es solo una mala racha. Supongo que, para un lado u otro, se trata de un largo camino.
Pero por otro lado tengo una insobornable tentación de soledad. Quiero estar sola.No, no estar sola: estar conmigo, que me hago mucha falta.

lunes, 3 de enero de 2011

Pequeños terrores domésticos



Me quejo de vicio, seguramente. Toda mi familia dice que tengo muchísima suerte con Eme. Mucha. Porque es muy bueno, porque me cuida, porque desde que estoy enferma se ocupa de todo, porque no sabe dónde va a ponerme. Me siento muy mala persona y me callo y las paso putas. Mis tíos opinan que él es más sobrino que yo misma, tan bueno, tan cariñoso, tan pendiente siempre de todos. Mis hermanas lo adoran, porque es más hermano que yo, porque es muy buena persona. Y es cierto. Lo es. Eso no hace más que incrementar mi malestar, la enorme sensación de injusticia. Soy horrible, ya lo sé.
Pero no puedo más. No puedo soportar ni un minuto más os pequeños terrores domésticos, que son como de chiste, porque nada tienen que ver con el Terror  de verdad. No. Son esas tonterías que se suman una a otra y acaban conmigo.
Todos somos maniáticos. De hecho la personalidad no es más que una suma de manías, ya lo sé. Yo también tengo las mías, pero vivir con un maniático patológico que además ha tomado el mando de la casa, particularmente de la cocina, donde no puedo entrar sin que haya bronca (cómo haces eso así, no pongas eso ahí, pero cómo coges eso de ese modo, espera, no empieces a aclarar los platos todavía, etcétera, etcétera....) me pone enferma. Me pone más enferma. Termino recluyéndome en una habitación que ya no compartimos y pasando las horas, hasta que me trae un café, o la cena. Como si estuviera en una habitación de hospital. O en la cárcel.
Pero luego pienso en los problemas de las mujeres que tienen problemas de verdad y pienso si no seré una caprichosa. Y pienso en aquella frase de cuando era pequeña: que va a castigarme dios por quejarme sin tener de qué.
Claro que en sentido estricto, no me quejo. Cómo hacerlo, quién va a creer que me sienta mal con la inmensa suerte que tengo.
Qué ganas de llorar, por dios...